Nicolás Gómez Dávila
@EscoliosColacho
¡Oh! Pues si no me entienden -respondió Sancho- no es maravilla que mis sentencias sean tenidas por disparates. (Administrada por @victoresfersan).
El momento llega en que sólo interesa acechar a Dios.
Cuando la opinión pública comienza a preocuparse de algún asunto, la historia está pensando ya en otra cosa.
Civilización es lo que logran salvar los viejos de la embestida de los idealistas jóvenes.
Toda demostración desilusiona, como todo sueño cumplido. La incertidumbre es el clima del alma.
Gracias al orgullo llegó a la santidad: Dios le pareció el único espectador que valía la pena entretener.
Lo que creemos nos une o nos separa menos que la manera de creerlo.
La humanidad cree remediar sus errores reiterándolos.
La ética es la primera etapa en la desacralización del universo.
Ser joven es temer que nos crean estúpidos; madurar es temer serlo.
Dios mismo es el autor de ciertas blasfemias.
Un gran amor es una sensualidad bien ordenada.
La literatura toda es contemporánea para el lector que sabe leer.
Nada cuesta tanto al escritor como resignarse a sus cualidades.
Toda civilización antigua, rica, madura, tiene doctrina severa y práctica amable.
Dios es la condición trascendental de la absurdidad del universo.
Una existencia colmada es aquella que entrega al sepulcro, después de largos años, un adolescente que la vida no envileció.
El dolor, el mal, el pecado, son evidencias sobre las cuales nos podemos apoyar sin temer que se quiebren.
Hasta el dolor se vuelve trivial, si lo creemos proceso fisiológico, en lugar de escándalo metafísico.
Las dimensiones del mundo físico anulan la importancia de lo que les sea conmensurable. De la absoluta insignificancia sólo nos rescata lo inconmensurable: una impresión estética, un gesto de caridad, la luz de unos ojos.
El hombre no debe su experiencia a la vida, sino a los ratos de ocio que le deja.